Ya, No pasa nada



Juguetear, 
al principio con timidez y suavidad. 
Sentir el sutil cosquilleo del placer. 
Respirar y soltar. 

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Hay movimiento, suave, como el mecer del mar. 
La brisa anda, alegre, de aquí allá, formando sosegados remolinos de pájaros distendidos. 
Enjuagar las manos y dejar correr el agua que se lleva la carga. 
Soplar, para sacar, para que se vaya del cuerpo lo que ya no es Ahora. 

Respirar y abrirse, soltar los bloqueos. 
Los nudos se van deshaciendo de a poco. 
Los hombros caen, despojándose de la carga, que ya no es querida. 
El pecho se abre, con dificultad, crujiendo, pero se abre, cada día un poquito más, para recoger, para limpiar y dejar entrar la nutrición.

Tres zonas: 
cielo, mar y cuerpo. 
Y todo ello en movimiento. 
Bailando, todo bailando. 

Volver a mojar las manos en la orilla del mar y chuparlas, empapadas de sal y de vida.
La maga lee el cuento del miedo delante de ella (la señora mar) 
Vieja y actual costumbre de soltar las cosas importantes en su presencia, 
para que con su poder se agarren en la existencia. 

...Y después de tanto miedo y tanto No, 
con el perdón, 
el susto se va. 
Porque ya nada pesa tanto como para ser carga e impedir el vuelo o el juego o el gozo o el baile o la risa profunda y libre. 

Con la llegada del perdón y la marcha del miedo, se asienta el no pasa nada.
Y como ya no pasa nada
se vuela con ligereza y se juega más libre, incluso más fuerte. 
Se juega tan fuerte como se desee, 
porque ya "no pasa nada"...




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